martes, 26 de marzo de 2019

Teodoro León Gross: "Si no hay dinero, no hay buen periodismo"


El entrevistado llegaba al lugar citado relajado y con una sonrisa. Es una persona cercana y así se mostraba. “Creo que ya, como colegas en potencia, de tú”, me respondió a cómo debería dirigirme a él. Teodoro León Gross es un periodista malagueño que escribe en El País, El diario de Sevilla, colabora en La SER y tiene un programa en 7TV Málaga, Las luces de la ciudad. Además de hacer todo eso, también es profesor de Periodismo en la Universidad de Málaga, papel “muy importante” para él.


P: ¿De dónde sacas tanto tiempo?
R: No es mala pregunta. Quizás la respuesta es que estoy dispuesto a sacrificar tiempo hasta ese punto. Siento que estoy llegando a un punto que tengo que parar y, sobre todo, me doy cuenta de que me estoy quedando sin tiempo libre. Tengo que leer de madrugada. Los fines de semana aprecio más el descanso. Me estoy quedando con el tiempo muy asfixiado. También tiene que ver con el deterioro de nuestra profesión. Hace unos años, con una columna en un buen grupo, vivías razonablemente bien, y una colaboración en la radio, a lo mejor. Ahora cada vez vivimos peor.

P: Dejando un poco al lado la teoría, ¿qué es el periodismo?
R: No sé por qué quieres dejar al margen la teoría, yo creo que es importante. El periodismo, tal y como tú quieres, no es más que ejercer la profesión. Es decir, colaborar con un medio de comunicación de masas, más o menos masivo, y hacerlo para cumplir alguna de las funciones que tiene atribuidas el periodismo: informar, interpretar la realidad o valorar.

P: La gente dice que los periodistas tienen que ser objetivos, ¿pero existe realmente esa objetividad?
R: No. Yo creo que ese es uno de los grandes problemas del periodismo, el haber construido buena parte de su ideario entorno a un concepto inadecuado.
El periodismo es un trabajo de sujetos observadores de la realidad y, por tanto, el sujeto es subjetivo. Otra cosa es que el periodismo ha desarrollado una larga serie de técnicas, pero, sobre todo, una buena ética profesional por la que pretende domesticar esa subjetividad, de mantenerla a raya. 
Ese es también nuestro trabajo como informadores, como intérpretes y como columnistas o como opinadores. Evidentemente, como intérprete o columnista, no se trata de ser imparcial u objetivo. Se podrá ser honesto.
En el periodismo siempre se trata de ser honesto porque es una función delicada en la que los controles de seguridad son muy limitados. Se depende mucho de ese autocontrol, que uno sea capaz de tenerlo.

P: Además de ser honestos, ¿qué tres cualidades debe tener un periodista?
R: Creo que hay que ser rápido porque esta es una profesión en la que apenas hay margen para casi nada. Tal vez algunos reporteros tienen mayor recorrido, su trabajo es de largo aliento, pero yo diría que hay que ser rápido. 
Hay que ser lúcido. Es un término que utilizaba Albert Camí, que además de ser un gran ensayista y novelista, fue un extraordinario periodista. Él defendía la mirada lúcida. Es decir, el periodista es alguien que tiene que saber mirar, su mirada tiene que ser capaz de revelar mucha realidad, que no está a la vista automáticamente.
Yo me resisto a quienes dicen que los cínicos no valen para nuestro oficio. Un cierto cinismo sí que sirve, pero creo que hay que ser un liberal. Alguien que crea mucho en la libertad y que crea en la libertad de cada individuo, pero sin esa especie de soberbia que en muchos sentidos ha tenido esta profesión, de pensar que como tenemos una función que nos coloca au-dessus de la mêlée, por encima de la realidad, que nosotros estamos por encima… Y no es verdad. Nosotros tenemos que ser representantes de la propia realidad.

P: Hablando de estar por encima, ¿consideras que el periodismo sigue siendo el cuarto poder?
R: Quizá sea el cuarto poder en la medida en que ninguno otro lo haya reemplazado, pero desde luego no es el cuarto poder que era en el siglo XX, ni siquiera en el siglo XIX cuando ya arranca esa idea en el Parlamento británico.
Quienes utilizaron al principio esa frase, lo hacían ya con una idea muy clara de que aunque se hablaba de cuarto poder, en realidad el periodismo nunca fue el cuarto poder del Estado junto al ejecutivo, el legislativo y el judicial, sino que en principio se entendió que tiene una naturaleza de contrapoder. Es decir, dentro de ese sistema de equilibrio que deben tener las buenas democracias sanas, el periodismo debía ser uno de esos contrapesos fundamentales que utilizara su influencia, su capacidad de protección social para que los poderes, político, económico y cualquier otro, judicial también, sintieran que no podían actuar con arbitrariedad, sino que tenían que atenerse a las reglas del juego porque estaban sometidos al escrutinio de la sociedad.
En ese sentido, el periodismo, que fue un gran poder en el siglo XX, ha perdido mucho de esto por razones obvias. Lo ha perdido en la medida en que el periódico de papel, que entonces era un tótem absolutamente fundamental en la sociedad, ha dejado de serlo; en el mundo digital, los periódicos siguen siendo actores con protagonismo y con importancia, pero han aparecido otros actores. Sobre todo ha aparecido uno que tiene mucho más relieve a la hora de difusión de ideas e incluso de la difusión de noticias, aunque no elaboradas allí, que son las redes sociales: Facebook, Twitter o Instagram, que son muy utilizadas por los periodistas y por el entorno de la información. 
En el siglo XX, el periodismo era realmente quien dominaba la agenda. La opinión pública y la opinión publicada eran muy paralelas. Hoy la opinión pública está muy desconectada de la opinión publicada porque las redes sociales atribuyen mucho en alimentar esa opinión.

P: ¿Cómo crees que han cambiado las redes sociales el ejercicio del periodismo?
R: Ha cambiado extraordinariamente en varios planos. El primero, en el que los periódicos o los medios informativos convencionales hayan dejado de ser los grandes escaparates de la información porque esta se reproduce y se multiplica por las redes sociales. Por tanto, muchísimos lectores consumen información, pero consumen información no directamente encontrada en el periódico, sino prescrita por alguien a través de las redes.
Al no ser consumida directamente del propio medio, no se consume jerarquizada. Es decir, pierde ese valor de saber si el medio consideraba que era una noticia más o menos importante. La consumes si te da curiosidad o si te atrae, a menudo utilizando técnicas de clickbating, y esto se adultera extraordinariamente. 
En ese sentido ya han contribuido mucho, pero lo cierto es que hay otros aspectos. Por ejemplo, los periodistas captamos mucho las tendencias, los llamados Trending Topics, a través de las redes. Tienen una influencia importantísima.

P: ¿Y tú cómo las utilizas? ¿A quién sigues?
R: Debo seguir a un millar de personas aproximadamente en Twitter. He llegado este año muy recientemente a Facebook, pero no he interactuado nunca allí. Proyecto allí mis trabajos periodísticos, pero lo cierto es que no interactúo. Y te confesaré que no interactúo porque no sé (risas). Realmente me abrieron la cuenta y me dijeron: “Úsala, es importante”. Pero no he llegado ni siquiera a agradecer a la gente que me hace un comentario porque estoy por recibir todavía un pequeño cursito sobre cómo hacerlo (risas).
He utilizado mucho Twitter, que es una red especialmente descrita como red de periodistas porque es muy rápida y nos permite visualizar todo con mucha velocidad. Más desprovisto de noticias personales y más estrictamente profesionales.
Sé que hay mucha gente que elige Instagram también como un escaparate personal, como marca personal. Estos días me he enterado de que tengo una cuenta y no sé cómo no lo he utilizado nunca. Ni siquiera para compartir un trabajo mío. No lo he utilizado nunca, pero he debido de abrírmelo en alguna gestión de las propias redes que me ofrecerían la posibilidad, y no sé cómo, pero debí de abrirme la cuenta (risas). Así que lo tengo, pero nunca lo he usado.
Ya te digo, yo uso Twitter, donde me recomendaron ir hace unos pocos años. Estaba yo todavía en Vocento y en el propio grupo me recomendaron no dejarlos por allí, y empecé tanteando aquello con una cierta curiosidad. Luego tuve un periodo de gran entusiasmo, de mucha confianza en lo que podía hacer Twitter y ahora estoy en una fase de mayor escepticismo, de pensar que Twitter tiene valor, pero también genera muchos problemas al periodismo.

P: Con esos problemas, el principal es el de las fakenews.
R: Bueno, creo que las fakenews por supuesto es lo más importante a gran escala. Es decir, si pensamos en cómo se han adulterado procesos electorales como el de la elección de Donald Trump o el Brexit, e incluso el propio referéndum en Cataluña, pues sí, debería preocuparnos y mucho.
No solo se trata de eso. En Twitter tienes la confusión típica de las burbujas. Tú en Twitter sigues a alguna gente y puedes llegar a pensar que esa gente está reflejando lo que pasa en la realidad, y no están reflejando lo que pasa en la realidad, están reflejando solo lo que pasa en el pequeño grupo de personas a las que tú sigues y has elegido previamente. Es muy perverso porque tú coges un grupo de personas, las sigues y luego te dejas engañar pensando en que representan a la realidad. No, solo te representan a ti. Por tanto, creerte que a quienes has elegido tú, y te representan a ti, a la vez son un buen espejo de la gente, eso es un gran error que alimenta muchas confusiones.
Todos los periodistas en Twitter hemos pagado la novatada de creer eso y espero que estemos, en general, corrigiéndolo. Eso es algo que también nos perjudica, nos confunde en las redes sociales, pero hay más.
Tiene mucho que ver también con el formato intelectual. Si el periodismo siempre se hizo bajo el paradigma de la brevedad y de la intensidad, reducir a veces nuestros relatos a 140 caracteres o a 280, creo que hemos llevado demasiado lejos esto. Compartir cosas sin pinchar ni siquiera (risas) porque el pequeño tuit te parezca persuasivo. 
Tienen cosas muy buenas las redes, pero ya ves que también entiendo que tienen si no patologías, sí de distorsiones.

P: ¿Consideras que hoy en día ser millennial o posmillennial tiene una connotación negativa para el periodismo?
R: Creo que sí. Millennial ha llegado a asociarse a una generación a la que esa revolución digital la dejó un poco en tierra de nadie y que ha sufrido mucho unas dificultades al acceso del mundo laboral muy grandes, pero donde también ha habido esos “ninis” de un cierto acomodamiento porque eran hijos de unos padres que fueron poco severos y que, en general, pusieron una norma de excesiva tolerancia en la que se perdió la capacidad de sacrificio y de tensión ante las dificultades del mundo profesional. 
No es porque vayan aparejadas a la palabra millennial. Millennial se refiere a una mera cuestión generacional, pero es verdad que se han ido adhiriendo esos matices negativos que seguramente afecten.

P: De cara al futuro, ¿cómo ves el periodismo a corto y medio plazo?
R: Creo que se está haciendo un excelente periodismo. Es mentira la gente que proclama: “No, en el siglo XX sí que se hacía un gran periodismo”. No, en el siglo XX lo que ocurría es que el periodismo que hacíamos se vendía muy bien y tenía un poder y un prestigio muy importante. Lo que se echa de menos es el prestigio y el poder, no la calidad del periodismo.
Hoy se hace mejor periodismo que el que se hacía hace 30 o 40 años, y se hace porque es mucho más necesario para sobrevivir. Entonces, casi que hicieras el periodismo que hicieras, se vendía.
Se está haciendo mejor periodismo, pero el problema conocido es que no hay un modelo de negocio capaz de monetizar el periodismo del entorno digital. No sabemos todavía cómo va a cambiar. Sí empezamos a intuir que Netflix o Spotify nos han marcado el camino. Es decir, que el pago tiene que regresar. Si no hay dinero, no hay buen periodismo. Eso seguro.

P: Y ya para acabar, ¿cuáles son los nuevos retos a los que se enfrentan los periodistas?
R: Los retos realmente son los mismos de siempre, como periodista, nuestro trabajo sigue siendo el mismo. El algoritmo no lo da la tecnología, lo da el oficio. Nosotros somos el algoritmo, cada periodista.
Los retos son de la profesión y no de cada uno de nosotros. Es decir, que las empresas informativas sean capaces de encontrar y desarrollar ese modelo de negocio, y que a partir de ahí nosotros estemos a la altura.
Que el periodismo, que para mí es un ingrediente absolutamente determinante de la cultura democrática, de la sociedad democrática, cumpla con su función y adquiera el sentido de algunos aspectos de pérdida de referencia tradicional de los grandes medios, se ha quedado un poco difuminado.
Necesitamos volver a ver un periodismo bien definido en medios sanos económicamente para que la profesión funcione.

Podéis ver la entrevista aquí: https://youtu.be/z2G9Q7lK7pM

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